martes, 29 de mayo de 2007

LA HOGUERA

Cristóbal llegó a casa alrededor de la medianoche. Fue una llegada con algo de nervios, pensando en la reprimenda que sus padres podrían darle por no haber avisado, pero cuando abrió la puerta, vio que la casa estaba sola. Una larga jornada de estudio fue el motivo de su inusual aparición en el hogar tan tarde. Acostumbraba a acostarse a las nueve, y siempre se dormía antes de las once.

Cristóbal llegó muy cansado, y con mucha hambre. También tenía frío. Hace una semana que en las noches la temperatura era inferior a los cinco grados bajo cero. Calentó agua en el hervidor, colocó el pan en el tostador y sacó la margarina antes de encender la estufa, la que dejó puesta al lado de sus pies para avivar el cuerpo rápidamente. Se sirvió dos tasas de café para tratar de apalear el sueño. La prueba de mañana era el examen y estaba obligado a sacarse buena nota. Si no lo hacía, adiós universidad.

Llevó la estufa al dormitorio y se sentó en la cama, tratando de concentrarse. El frío era tremendo. Cristóbal tuvo que taparse y empezó a leer las dos últimas guías de anatomía. En ese momento eran las tres de la madrugada. A las cinco, el sueño fue más fuerte que él y Cristóbal se durmió, pero no fue por mucho. Media hora después, despertó por el olor a humo. Apenas abrió los ojos, lo primero en ver fue la muerte. Toda su ropa estaba quemada, la cortina estaba encendiéndose y el colchón recién había empezado a prenderse. Se quemó levemente su pie antes de ir a la puerta para pedir auxilio. La puerta también estaba en llamas, y Cristóbal decidió hacer el intento por escapar por la ventana. No se podía abrir, y se resignó a que pasara lo peor.

Faltaban diez minutos para las seis, cuando Cristóbal nuevamente volvió a reaccionar. La sirena empezó a sonar, y el ruido fue en aumento. Al lugar llegaron cuatro compañías de bomberos. El capitán, con el megáfono, empezó a dar órdenes a sus súbditos y lograron apalear en algo el fuego, que ya estaba esparcido por la mitad de la casa. El calor adentro era insoportable y el frío afuera también lo era. Cristóbal sudaba y sudaba, hasta que logró abrir la puerta y escapar al comedor. Estaba a sólo cuatro metros de la entrada cuando una viga incendiada cayó sobre su cabeza, matándolo al instante. Dos bomberos trataron de ayudar, pero también murieron.

Cuando el fuego desapareció eran las nueve de la mañana. Y la prueba empezaba a las diez.

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